viernes, 23 de agosto de 2013
El Grito
Cuando las paredes empezaron a palpitar se supo que no quedaba más tiempo. El grito se liberó y agrietó friso, cal, columna, hierro, piedra y hueso. El grito hizo vibrar el aire y el vacío. La gente corría y se tapaba los oídos, desenfrenada, asustada. El grito está suelto y dice que los humanos morimos como perros, que matarnos como a un perro da igual que dejarnos morir y enterrar nuestros cuerpos. Los perros mueren y dejan de importar, la gente muere y deja de importar, deja de importarse, todo deja de ser. Somos igual que los perros, dice el grito que salió de las paredes, palpitante, vibrante en los oídos. Y el mundo ensordece una vez más, por voluntad propia. Nadie lo quiere escuchar. El grito se encierra y espera de nuevo, por enésima vez se esconde entre piedra y piedra, entre pared y suelo, entre ceja y ceja.
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